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| Introducción | 
Se estima que cada año llegan a nuestro planeta entre 40.000 y 80.000 toneladas de partículas sólidas. Estas, que reciben el nombre de meteoroides, son en su mayoría fragmentos desprendidos de asteroides y cometas que orbitan alrededor del Sol y que, al cruzarse con la órbita de la Tierra, impactan con nuestra atmósfera a velocidades comprendidas entre 20 y 72 km/s. En estas condiciones el rozamiento que se produce con el aire eleva bruscamente la temperatura del meteoroide, de forma que tanto las moléculas que forman parte del sólido como las moléculas del aire que chocan contra él emiten energía, observándose entonces una estela luminosa que recibe el nombre de meteoro. En ocasiones, si el meteoroide es lo suficientemente grande y consigue sobrevivir a su paso por la atmósfera, éste impacta con la Tierra en forma de meteorito.
			
			
En torno al 20% de 
			estos meteoroides tienen masas que oscilan entre los 10-5 
			y 10-6 gramos, mientras que el 80% restante se encuentra 
			entre los 10-6 y 1015 gramos. No obstante, 
			incluso en el caso de las partículas más pequeñas, las elevadas 
			velocidades de entrada hacen que sus impactos con la atmósfera sean 
			muy violentos, de manera que la fricción con el aire provoca que se alcancen 
			temperaturas de varios miles de grados centígrados. Esto desencadena 
			toda una serie de procesos físicos y químicos en las capas más externas 
			de la atmósfera, generalmente entre los 80 y los 100 km de 
			altura. El análisis y estudio multidisciplinar de estos procesos 
			tiene una gran 
			importancia tanto a nivel tecnológico como desde el punto de vista 
			científico, constituyendo un área muy activa dentro de las Ciencias 
			del Espacio. Así, por ejemplo, estas partículas juegan un papel fundamental de cara a la 
			seguridad de 
			las misiones espaciales y de la operatividad de los satélites 
			artificiales. También proporcionan valiosas claves sobre los 
			mecanismos químicos que condujeron a 
			aparición de la vida en nuestro planeta, dado que se piensa 
			que los meteoroides aportaron parte de 
			las moléculas necesarias para que ésta pudiese surgir. Por 
			otra parte, el análisis de los meteoroides también permite 
			establecer qué condiciones fisicoquímicas existían en la nube de 
			material a partir de la cual se formó nuestro 
			Sistema Solar, facilitando así la comprensión de los procesos 
			que tuvieron lugar en las primeras fases de 
			su evolución. Además, 
			otra razón importante para el estudio de los meteoroides 
			es que estas partículas proporcionan información directa sobre la composición y naturaleza 
			de los cuerpos de los que proceden. En muchos casos estos análisis 
			pueden efectuarse mediante sistemas situados en tierra, sin 
			necesidad de emplear, por tanto, equipos mucho más costosos a bordo 
			de sondas espaciales. Esta es precisamente la idea que llevó a 
			desarrollar el 
			proyecto SMART (Spectroscopy of Meteoroids in the Atmosphere 
			by means of Robotic Technologies).
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		 Diseño y 
		programación web: J.M. Madiedo 
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